En la segunda mitad del siglo XX se desarrollaron prácticas educativas basadas en el principio de igualdad de oportunidades, así surge la integración de las personas y colectivos diferentes, al reunir determinadas condiciones para ello. En relación a esto, podemos afirmar que todos los alumnos tienen necesidades educativas, pero algunos presentan “necesidades educativas especiales”, derivadas de algún déficit, de una situación desventajosa o de una mala historia de aprendizaje, por lo cual requerirán la implementación de recursos educativos especiales. Sin embargo, al final del siglo XX y principios de este se ha generado un nuevo movimiento educativo y social sobre la inclusión, basado en el principio de oportunidades equivalentes. Esta perspectiva supone que sean los sistemas educativos los que tengan que cambiar, y no la persona adaptarse al sistema. Desde este nuevo enfoque surge el término de “barreras para el aprendizaje y la participación”. Las barreras son los obstáculos que dificultan o limitan el aprendizaje, la participación y la convivencia en condiciones de equidad. Así, a través del principio de equidad los estudiantes con discapacidad, que no suelen tener las mismas oportunidades de aprendizaje que el resto del alumnado, pueden tener una respuesta a sus singularidades y mejorar las oportunidades de aprendizaje.